miércoles, enero 24, 2007

Son cosas de la vida, uno a veces anda bajoneado, deprimido, con ganas de nada. Nos pasa a todos de tanto en tanto, no por eso significa que sea bueno, tampoco creo que sea malo.
Pero siempre que uno anda mal, estan las cosas buenas de esta triste existencia para sacarlo a uno de ahí. Y somos mezquinos, sabemos lo fácil que es a veces ayudar a otro en la misma situación, sin embargo preferimos hacer como el perro, que se hace el muerto para ver quién lo llora.

Es que a veces uno no necesita más que que me cruzar en frente a recibir novedades y evaporar una coca con un amigo, o que lo inviten a tomar una cerveza, o ir a visitar a es@s amig@s que uno ve una vez cada muerte de obispo judío, o ir al río ¿por qué no?, o que me mandes un mensaje o te conectes, o me llames ¿por qué no lo hacés? ¿Estás esperando a que yo lo haga? OK, pero la próxima te toca a vos o me enojo ¬_¬

No digo que sea fácil salir del bajón, pero la mayoría de las veces, nos ahogamos en vasos de agua, nada que un sorbo largo no arregle.

No, no soy Jorge Bucay ni Natalia Oreiro, si estabas buscando el sentido de la vida rumbeá pa' otro lado, que esto lo escribo más para mí que para ustedes. Así que si leiste hasta acá, te pido disculpas por hacerte perder el tiempo =)

Río

El viernes pasado se concretó el previsto pero improvisado viaje a Villa Río Bermejito. Los participantes de esta aventura fuimos: Pala (conductor), Kubo (copiloto y mecánico?), N.A.R.icho (terrateniente), Pacillo (pescador, cazador y conocedor de la zona), Marul (negro) y yo (lastre).

El viaje fue realizado en la camioneta de Pala, una IKA modelo sabe-dios-cuando a la que no se pudo dejar el tanque en condiciones y tuvimos que conformarnos con el bidoncito de 5 litros que cada 60 kms teníamos que recargar de gasoil. Sin embargo el viaje de ida no tuvo mayores complicaciones, íbamos más o menos a 90 (de temperatura) y cada parada era motivo para cargadas, chistes fáciles, descargue de vejigas y llenado de pulmones de humo.

La estadía fue por demás tranquila, salvo las clásicas anécdotas. Como por ejemplo, que la cantidad de cepillos de dientes per cápita que había en la casa era de 0.33 (calculen ;-) ). O la limpieza de la casa, que fue la justa y necesaria para que 6 hombres pasen 3 días. El tanque de la casa lleno de mugre, el aire en las cañerías. El Pomberito que robó los Marlboro pero no los Parisiennes. Las dos radios de la villa, que entre las dos no suman una, con las propagandas del "Bar La Esquina" (bah, qué chiquita tu mandioca!). El ya clásico asado de Pala. Los tres almuerzos con menú fijo de empanadas (ya cagábamos con repulgue!). Las fracasadas visitas al río en busca de esquivos peces (en mi opinión, eran tres pescados que sacamos varias veces ò_ó). El negro con sus parlantes inútiles. La efectividad de la dupla Fuyí+encendedor para eliminar peligrosas avispas adyacentes. Los $10 que nos quisieron cobrar para ver a dama$ grati$ en la playa municipal y la entrada impune a la 'playa privada' (al angaú).

También visitamos el campo de la abuela de Pala, que el último día (lunes) nos invitó a unas empanadas para el recuerdo. Luego la visita a "El indio solo", puesto del mismo campo, hermosos paisajes de nuestra pampa, con la proverbial tranquilidad del campo y las bromas y carcajadas de seis intrusos.

Quisiera hacer mención de la experiencia de la siesta del primer día. Fue el primer día en todas las vacaciones en el cual pude afirmar que estuve totalmente tranquilo.
El resto de los compadres dormían una pesada siesta distribuidos en una pieza y el comedor, mientras, yo me había quedado tumbado en la hamaca paraguaya a la sombra de la galería, a dos metros del pequeño monte del terreno vecino. Con un cóctel de Bob Marley, La mancha de Rolando, La Bersuit, Los redonditos, Pink Floyd y Gilda en los oídos, un parisienne en los labios, la brisa fresca en la cara y la tranquilidad de las siestas de los pueblos chicos en el alma, me largué al abandono en pensamientos vagos mientras me hamacaba. Hace mucho tiempo que no tenía esos momentos de no estar ni ansioso, ni preocupado por qué carajo voy a hacer en el resto del día o de las vacaciones; de entrar en ese estado contemplativo de la naturaleza, con los pájaros en los árboles vecinos, el río a una cuadra y los compadres a un chiflido de distancia. Cuando la hamaca ya empezó a picar la espalda, me preparé unos mates mientras esperaba que los demás se despierten, manga de buscas, que teníamos una partida de truco y medio fernet pendientes.

Lamentablemente todo tiempo bueno pasa (afortunadamente los malos también) y tuvimos que emprender el regreso, acomodar las cosas, limpiar un poco, acomodar los bolsos, el equipo, los últimos intentos a ver si esos malditos peces se dignan a dejarse enganchar. En fin, que tampoco uno se quiere quedar a vivir ahí. A las 6 PM estaba todo listo para volver.

Quizá el viaje entero no fue más que un pacto con el diablo, ya que a la vuelta pagamos todo. A pocos kilómetros se trabó la caja de la IKA y nos quedamos sin primera ni segunda ¡a empujar muchachos y subir al vuelo!, más adelante se quemó el fusible de las luces ¡dos veces!, el problema eran las luces bajas así que volvimos con luces altas (los demás conductores se acordaron de toda nuestra familia, qué considerados :-S), eso queda corto si les digo que también pinchamos una rueda, y que más adelante se cagó la cuarta y volvimos todo el trecho restante, que no era nada despreciable, en tercera, sin primera, segunda, cuarta ni reversa. Por fortuna no lamentamos más complicaciones y pudimos contemplar el cielo nocturno en todo su esplendor: sin molestas luces ciudadanas las pocas constelaciones que conocíamos se distinguian a la perfección y fuimos regalados con la vista del cometa que anduvo por estos días, que más bien parecía una pluma en el cielo, y una media luna rojo sangre en el horizonte.

El balance da positivo, son viajes que por el hecho de que se dan una vez cada tanto, son guardados en la memoria. Pero todo puede fallar en esta vida y acá dejo anotado lo que podría olvidárseme (espero que a este blog no).